Simbiosis industrial: la gran oportunidad para lograr implantar la economía circular

La Estrategia Española de Economía Circular 2030 marca una serie de objetivos; como la reducción en un 30% del consumo nacional de materiales, la mejora en un 10% de la eficiencia en el uso del agua o la disminución en un 15% de la generación de residuos respecto a 2010, que a priori, pueden ser difíciles de alcanzar. Para lograr tanto estos objetivos como otros establecidos para el ámbito europeo en el plan de acción para la economía circular y en el Green Deal se necesita aplicar cambios a nivel industrial.

Una acción clave en el marco de los productos sostenibles, incluida en dichos planes de acción, es  potenciar la simbiosis industrial para el 2022.

La simbiosis industrial, a semejanza de la economía circular, pretende imitar los ciclos de la naturaleza cuya sostenibilidad está ya demostrada. Si nos fijamos por tanto en los procesos naturales, por simbiosis se entiende cualquier asociación en la que sus miembros se benefician unos de otros.

Por Alicia Pérez Torres, Jefa de Gestión de Procesos y Sostenibilidad de AIDIMME

Si trasladamos este concepto al mundo industrial, estaríamos hablando del intercambio sinérgico de recursos subutilizados (subproductos, desechos, materiales, agua, energía…) entre empresas individuales en una localidad, región o incluso en una comunidad virtual, con la finalidad de mantener los recursos en uso productivo durante más tiempo.

La simbiosis supone una transacción entre las empresas participantes, de tal forma que los flujos de salida de una empresa sirvan como flujos de entrada de otras. A este emparejamiento o “matching” se le conoce como “establecimiento de sinergias”, ya que los beneficios globales de esta transacción son mayores que la suma de los beneficios individuales, dando lugar a grandes ventajas competitivas.

A modo de ejemplo de sinergias simbióticas podemos citar una empresa de recubrimientos y tratamiento de superficies que cede sus lodos residuales de aluminio a una empresa que fabrica productos químicos a partir del aluminio, o una central térmica que cede sus cenizas a una fábrica de cemento.

Afortunadamente, ya disponemos de experiencias que demuestran los beneficios ambientales y económicos de la simbiosis industrial.

Desde mi experiencia en el área medioambiental, las empresas llevan un largo camino recorrido; que inició con la búsqueda de soluciones a final de línea, posteriormente se centró en la producción limpia, para continuar con la integración del medio ambiente en la gestión empresarial, a través de la prevención de la contaminación y la búsqueda de la ecoeficiencia en los procesos productivos, y que culmina en la actualidad con la planificación de objetivos centrados en lograr la circularidad de los procesos.

Este último paso es complicado, pero no imposible, y la vía para lograrlo es potenciar la colaboración entre las empresas y poner a su disposición herramientas que faciliten la implantación de la simbiosis industrial. Un buen ejemplo de esta colaboración serían los proyectos INSYLAY y SYMBINET, liderados por AIDIMME. Para ello, es fundamental la labor conjunta de los institutos tecnológicos (IITTs), las administraciones públicas, y las asociaciones y federaciones empresariales. Si conseguimos aunar estas tres fuerzas, en el medio plazo podríamos estar hablando de procesos circulares tangibles.

Si aunamos esfuerzos para potenciar la colaboración entre las empresas, conseguiremos poder hablar a medio plazo de procesos circulares tangibles.

La simbiosis industrial se presenta, por tanto, como una de las herramientas más importantes para romper con el modelo económico lineal, planteando un cambio que trata de cerrar el círculo de las actividades económicas desde la producción al consumo.

Sin embargo, no es un concepto novedoso, ya que se está trabajando en él desde hace varias décadas, si bien es cierto que en estos últimos años ha cobrado especial relevancia al considerarse una herramienta capaz de hacer realidad la economía circular.

Tenemos ejemplos de ecosistemas industriales en Europa que han implantado el concepto de simbiosis industrial, como es el caso de Kalundborg en Dinamarca (que surge en los años 60-70 y que en la actualidad cuenta con 15 empresas que han establecido 28 sinergias), o en España como son los casos de Cantabria o de Manresa (este último con 27 empresas y 8 sinergias), que demuestran los beneficios ambientales y económicos generados por la implantación de la simbiosis industrial.

En dichos ecosistemas industriales se ha puesto de manifiesto que los beneficios tienen un mayor peso en la balanza que las barreras que nos podamos encontrar. Con objeto de demostrar estos beneficios, tanto ambientales como económicos, el citado ecosistema industrial de Manresa refleja datos significativos, como las 11.000 toneladas de residuos que mejoran su gestión, las 256 toneladas menos que se envían a vertedero, las 11 toneladas de materias primas ahorradas, los 12 GWh de calor ahorrados, o los 7 GWh de electricidad generada, por la parte medioambiental, y por la económica, los 135.000 euros de ahorro potencial en la gestión de residuos, y los 1,2 millones de euros de ahorro potencial en la generación energética.

Debemos aprovechar la gran oportunidad que nos brinda la simbiosis industrial para lograr la implantación de la economía circular.

No obstante, no debemos olvidar que para poner en marcha un proyecto de simbiosis industrial es necesario realizar un estudio de viabilidad que tenga en cuenta los riesgos legislativos, técnicos, ambientales, económicos y de mercado, para poder afrontar las barreras que nos podemos encontrar. La realización de dicho análisis de viabilidad determinará la conveniencia o no de la ejecución del proyecto.

Me gustaría concluir diciendo que estamos en el buen camino, pero que aún queda mucho por hacer y que debemos aprovechar la gran oportunidad que nos brinda la simbiosis industrial para lograr la implantación de la economía circular.


Artículo publicado en el número 232 de RETEMA.