La contaminación plástica en Latinoamérica
Los países de América Latina y el Caribe avanzaron en las regulaciones parciales para reducir la contaminación por plásticos, pero el problema ya es grave y desde el activismo ambiental el reclamo a favor de normas sobre toda la cadena de producción, consumo y disposición de residuos de esos productos.
La liberación de los desechos plásticos en el ambiente es la punta del iceberg de un problema que comienza mucho antes, desde la explotación de los hidrocarburos, hasta el transporte y la transformación de esos precursores de un sinfín de productos.
Para los activistas de la campaña internacional Break Free From Plastic (libérate de los plásticos), “la contaminación por plásticos en Latinoamérica no está en camino a convertirse en un gran problema: ya lo es”.
Desde la extracción de materias primas, pues el 99% del plástico es hecho de combustibles fósiles —petróleo y gas—, más los contaminantes liberados durante la transformación en resinas y en el consumo, y en la más conocida fase, cuando son residuos, la región ya está muy afectada.
La producción de plásticos en la región supera los 20 millones de toneladas métricas anuales (TM) —casi 5% del total mundial de 430 millones de TM— y el consumo llega a 26 millones de TM al año, según la Alianza Global de Alternativas a la Incineración (Gaia, en inglés), una coalición de 800 organizaciones ambientalistas.
La mayor capacidad instalada para la producción está en Brasil (48%), seguido de México (29%), Argentina (10%), Colombia (8,0%) y Venezuela (5,0%).
El consumo anual promedio en América Latina y el Caribe es de unos 40 kilos por habitante y cada año la región arroja a ríos, lagos, mares y océanos 3,7 millones de toneladas de basura plástica, según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma).
Si la tendencia no disminuye, de aquí a 2050 la producción plástica llegará a 1.200 millones de TM anuales.
Por eso, el principal llamado es hacia una moratoria inmediata en el aumento de la producción de plásticos, seguida de una reducción escalonada de la oferta, y complementada con otras medidas cruciales como los sistemas de reutilización y relleno.
Para la salud, la cadena de vida del plástico aparece como enemiga por la liberación de más de 170 sustancias tóxicas en el proceso de producción de la materia prima, en la refinación y fabricación de sus productos, en el consumo, y en la gestión y disposición de sus residuos.
Una vez que llega al ambiente, en forma de macro o microplásticos, permanece en las cadenas alimentarias terrestres y acuáticas, contamina las aguas y ocasiona serios daños a la salud de las personas, a especies animales —como las acuáticas, que mueren al consumir o asfixiarse con esos productos— y al paisaje.
También representa el 12% de los desechos urbanos. El Pnuma estima que los costos sociales y económicos de la contaminación mundial por plásticos oscilan entre 300.000 y 600.000 millones de dólares al año.
También afectan al clima: los 20 mayores productores mundiales de polímeros vírgenes utilizados en plásticos de un solo uso, encabezados por las empresas petroleras Exxon (Estados Unidos) y Sinopec (China), generan al año 450 millones de TM de gases de efecto invernadero que recalientan el planeta, casi tanto como todo el Reino Unido.
Mientras, son fabricadas 140 millones de TM por año, de plásticos de un solo uso, como empaques, botellas y vasos para bebidas y sus tapas, colillas de cigarrillos, bolsas de supermercados, envoltorios de comida, pajillas y agitadores.
Estos plásticos, omnipresentes en la vida cotidiana, son vistos como los principales villanos en toda la cadena del negocio de plásticos.
El plástico es un producto barato, al no considerar sus costos ambientales y sociales, pero si su costo de producción y distribución es barato, no lo es el costo sobre la salud de las personas y el ambiente. La contaminación por plásticos es un grave problema en Latinoamérica.