Economía circular: innovación para reutilizar las materias primas una y otra vez

Prácticamente todos los materiales y sustancias, incluso las alimentarias, pueden disfrutar de varias vidas. Las empresas, impulsadas muchas veces por las tecnologías desarrolladas por ‘start up’, avanzan hacia el residuo cero.

Nada en la naturaleza se desperdicia. Desde la última gota de agua hasta el más pequeño resto de un ser vivo forman parte del ciclo constante de la Tierra. Y si la naturaleza tiene su propio modo de hacerse circular, la correspondencia consciente del hombre se vuelve ineludible.

Al comienzo de esta década, España generaba más de 105 millones de toneladas de residuos, según las Cuentas Ambientales del Instituto Nacional de Estadística (INE). Sin entrar en que los sectores económicos produjeron, aproximadamente, el 80% y los hogares el 20% restante, la clave para su reducción está en cambiar el punto de partida de los deshechos. Aunque a menudo limitamos a mero reciclaje nuestra visión sobre la economía circular, va mucho más allá. Parte de la concepción del producto, y busca maximizar su valor. El fin es evitar la degradación del medio ambiente, a ser posible antes de tener que regenerarlo.

Tirar un plátano equivale a deabrir el grifo 10 minutos.
Tirar un plátano equivale a deabrir el grifo 10 minutos.JTRILLOL

Intrínsecamente, la economía circular supone una revalorización que lleva aparejados beneficios económicos. Algunos parten de que los costes de producción son menores gracias a la reutilización de materias; otros se derivan del desarrollo de la innovación tecnológica necesaria para darles una segunda vida.

En este sentido, la sostenibilidad del planeta no es posible sin que el ser humano ponga su granito de arena. Incluso, por mucho que los descubrimientos científicos demuestren que la naturaleza nos anima a seguir por el camino de la preservación del planeta. Ejemplo son los gusanos de la harina, cuyas bacterias digestivas descomponen el polietireno (el plástico de las bandejas de congelados), y lo transforman en CO2 y estiércol. O las polillas del armario a las que les gustan las bolsas de plástico de polietileno. Hasta el esperma del salmón podría servir para atrapar las escasas y codiciadas tierras raras de electrodomésticos, teléfonos móviles y discos duros desechados, contribuyendo a su reciclaje.

El mundo animal no es el único capaz de recuperar nuestros desperdicios. Más allá de depurar el aire, la flora también cuenta con sus mecanismos. Entre ellos, ser modificada para limpiar restos de explosivos del suelo. De forma particular, las algas son una de las plantas más estudiadas debido a las diversas posibilidades que ofrecen para la economía circular. Sin salir de España, esta variedad marina ha llamado la atención de Poseidona, una start up que innova desarrollando una proteina alternativa a la animal.

Su CEO y cofundadora, Sònia Hurtado, explica que se percataron de que tanto las algas invasoras en las playas mediterráneas como los residuos de las macroalgas con que un cliente producía agar-agar tenían potencial. «En ambos había nutrientes interesantes y, especialmente proteína, que no se aprovechaba». De ahí partió un desarrollo que espera dar su primer producto a finales de 2024 y que constituirá una alternativa a la proteina de la soja tanto a nivel de salud como de nutrición.

Sólo en los dos primeros años con su tecnología podrían reaprovechar más de tres toneladas de biomasa que, según dicen, sería desperdicio e generaría problemas en el ecosistema. «Somos capaces de reducir el consumo de agua para producción de manera muy significativa, pero también emisiones y territorio utilizado para cultivo», expone Hurtado. Aunque su mayor ventaja es el bajo coste de producción.

APROVECHAMIENTO

No siempre es necesario emplear tecnologías o sustancias para reciclar. Muchos expertos han señalado que reducir el desperdicio de comida es la medida número uno para ayudar a frenar el cambio climático. Y es que cada año se tiran más de 2.500 millones de toneladas de alimentos en el mundo. Esto es el 40% de la comida producida, con las consecuencias sociales, económicas y medioambientales que tiene. Lo primero, que se desperdician los recursos naturales finitos empleados para producirla. El caso es que el 30% de la tierra agrícola mundial se usa para producir alimentos que luego no se consumen, para lo cual se han deforestado grandes extensiones de tierra. Pero, además, se calcula que el desperdicio de alimentos es responsable del 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, esto es tres veces más que las producidas por el transporte aéreo.

Consciente de ese daño, la app Too Good to Go conecta a personas de 17 países con restaurantes o negocios de alimentación para dar salida a sus excedentes de comida. Se trata de packs sorpresa diarios a precio reducido, que en España provienen ya de 20.000 establecimientos y disfrutan siete millones de personas, tanto en grandes ciudades como en pequeñas localidades. «Según expertos de la Universidad de Oxford y la organización social Waste and Resources Action Program, cada pack evita la emisión de 2,7kg de CO2, el desperdicio de 810 litros de agua y el uso de 2,8 metros cuadrados de tierra», detalla Carlos García, su PR manager Spain & Portugal.

Además, esta start up danesa hace campaña contra el desperdicio alimentario, y acaban de poner en marcha una solución que ayuda a los supermercados en el control del etiquetado para dar salida a productos con fecha de caducidad cercana.

El 15% de la producción hortofrutícola de Europa se pierde durante la distribución y comercialización, debido a su deshidratación y daños de maduración. A ello se suma que en los hogares tiramos el 29% de las frutas y verduras compradas. Un paso antes de todo ese desperdicio actúa la star upBio2Coat, cuya tecnología es preventiva, con recubrimientos y película comestible que alargan la vida útil de frutas y verduras frescas hasta en un 50%. «Es una fruta con protección microbiológica y que mantiene sus cualidades y valor nutricional más tiempo», dice su cofundador y CEO, José Ignacio Velasco.

Esta compañía, registrada como spin off de la Universidad Politécnica de Cataluña, elabora esa película con materias primas de la cadena agroalimentaria -frutas, verduras, cereales y tubérculos-. Es inapreciable, no altera el sabor y evita la oxidación a la vez que mantiene el aspecto visual, según Velasco. Además, «la aplicación no requiere inversión en maquinaria y le añade un valor comercial derivado de la extensión de su vida útil que permite llevarla a mercados lejanos», añade.

De los residuos de la aceituna hace buen uso Smallops, start up finalista del encuentro The Gap in Between de Social Nest Foundation. Su aventura comenzó con la limpieza del agua a través de una malla de nanopartículas de hierro cero valentes. «Recientemente hemos obtenido buenos resultados, eliminando en dos horas el 50% de contaminantes, como paracetamol, metales pesados o pesticidas», cuenta su CEO, Íñigo Monreal. Y trabajan con una empresa en desnitrificar acuíferos.

Pero vieron otra aplicación a esas nanopartículas. De cada aceituna, el 80% es residuo y sólo el 20% se aprovecha para aceite. Son precisamente esos residuos los que su tecnología usa para producir nanopartículas. De ahí «nos enfocamos en el oléico porque existe un problema real en la gestión de su residuo, pues hay muchas más almazaras que orujeras que lo tratan. Y como a la vez que se produce aceite se produce su residuo, es una forma de dar soluciones a plantas de producción de biogás que no eran rentables», explica.

OWLIE PRODUCTIONS

AHORRAR Y RECONVERTIR

Evidentemente no todo el peso de la economía circular recae sobre los residuos alimentarios. Sólo en España se desechan al año casi un millón de toneladas de textiles. Ante ello, algunas empresas españolas como Bluyins ya reducen y reciclan en su fabricación parte del consumo de agua empleado por el sector, que supone el 20% del total mundial. Además, esta compañía usa ozono y un láser con los que reduce el gasto energético al confeccionar sus vaqueros de algodón orgánico.

La innovación en la circularidad empieza por pensar antes de producir. Sectores como la automoción ya aplican esta máxima. Anualmente mueren 700.000 coches en nuestro país y, según datos de la tecnológica Solera, «dos de cada 10 tienen menos de 15 años», por lo que sus piezas son aprovechables. Esos vehículos jóvenes son el «recambio ecológico más rentable», añaden, pues constituyen un mercado que «puede alcanzar los 900 millones de euros».

Por otro lado, fabricantes como Renault añaden ya un buen porcentaje de materiales reciclados. El salpicadero del Scenic eléctrico tiene un 80% de residuos industriales, las alfombrillas se componen en un 54% de material de botellas de plástico, y el techo panorámico de un 50% de vidrio de recursos primarios y el resto de vidrio plano y residuos de producción de vidrio para automóviles, entre otros.

Justamente los envases de vidrio fueron de los primeros reciclados activamente por la sociedad española. El 98% vuelve a la vida en el mismo formato, pero para reciclar hasta el último kilogramo que llega a las plantas de tratamiento Ecovidrio innova. «Desde 2022 extraemos toneladas de envases del rechazo y las mermas que se producen en el proceso de tratamiento para destinarlos a uso industrial», explica su directora de Operaciones, Laura García.

De ello no todo es útil, pero procuran que se reincorpore en el ciclo productivo, «El vidrio que no dispone de la calidad necesaria para ser materia prima secundaria en la fabricación de nuevos envases, pero es muy apto para usos industriales, se destina a áridos para la construcción, chorreo de barcos, filtros de piscina o aplicaciones ornamentales, entre otros», detalla García.

También «trabajamos en proyectos de micronizado. Es un proceso en el que el vidrio, que está en planta y que es difícil de separar de impurezas por ser menor de 10 mm, se somete a un nuevo proceso donde se muele hasta obtener arena de vidrio o micronizado», dice. Ese material es apto para entrar en el horno y se convertirá, de nuevo, en un envase.

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De otro contenedor, el amarillo, parten los dehechos que Nantek transforma en su materia prima: aceite de pirólisis. Con él se pueden devolver a su origen en forma de productos petroquímicos o combustibles sintéticos e hidrógeno o volver a fabricar plásticos, principalmente. «Lo más probable es que se use para generar combustibles, pues la regulación obliga a las petroleras a emplear reciclaje para no extraer tanto crudo», señala Carlos Uruaga, su CEO y fundador. Así, se evitan las emisiones de CO2 de extraer más crudo para fabricar de nuevo.

España genera unos 20 millones de toneladas de residuos de plástico al año; 25.000 toneladas anuales se podrían reconvertir sólo a partir de la construcción de la planta que esta start up proyecta, junto a PreZero, en el puerto de Bilbao.