Un estudio señala caminos para la gestión de los residuos sólidos urbanos
Investigadores analizaron soluciones adoptadas en cuatro ciudades de Brasil. Con base en los resultados, propusieron la creación de un fondo nacional de créditos de carbono para financiar iniciativas orientadas a disminuir la acumulación de basura
AGENCIA FAPESP/DICYT – Por sí sola, la ciudad de São Paulo, en Brasil, produce alrededor de 20.000 toneladas de residuos sólidos urbanos (RSU) diarias, de las cuales 12.000 son domiciliarias y 8.000 corresponden a la limpieza urbana, derivadas de las actividades de barrido y de restos de ferias callejeras, podas y desmalezamientos. Si se consideran únicamente las 12.000 toneladas que salen de los hogares, surge un promedio de aproximadamente un kilo de basura por habitante al día.
El patrón brasileño de composición de los RSU consiste en un 50 % de materia orgánica, un 35 % de materiales reciclables y un 15 % de desechos o detritus. Si existiese un manejo adecuado –con lo orgánico aprovechándose para la producción de abono y biogás, lo reciclable siendo efectivamente reciclado e incluso una parte de los desechos utilizándose mediante la implementación de soluciones creativas–, el país disminuiría su tasa de emisión de gases de efecto invernadero y contaría con una fuente adicional de ingresos, merced al ejercicio de la economía circular, que transforma residuos en recursos. Pero el índice de reaprovechamiento de los RSU en Brasil es sumamente bajo aún: apenas si llega al 2,2 %.
“De implementarse acciones de mejora –tales como tecnologías que integren compostaje, reciclaje y el aprovechamiento del metano de los rellenos sanitarios para la generación de bioenergía−, las emisiones producidas por los sistemas municipales de gestión de residuos sólidos podrán disminuirse entre un 6 %, de acuerdo con una perspectiva muy conservadora, y un 70 %, desde una perspectiva más optimista. Esto correspondería a una reducción de entre 4,9 y 57,2 millones de toneladas de CO2 equivalente, con un aporte de beneficios económicos anuales oscilando entre los 44 y los 687 millones de dólares en créditos de carbono”, dice el investigador Michel Xocaira Paes, de la Fundación Getúlio Vargas (FGV).
Xocaira Paes es el primer autor de un estudio sobre este tema publicado en el periódico científico Habitat International. El artículo referente es fruto de una investigación posdoctoral de Xocaira Paes, financiada por la FAPESP. El investigador también recibió apoyo en el marco de un proyecto coordinado por quien fue en ese estudio su supervisor, José Antonio Puppim de Oliveira. “Estudiamos el manejo de los RSU en seis ciudades brasileñas. Y seleccionamos cuatro de ellas para ejemplificar en el artículo los diversos caminos hacia la innovación en la gestión. Esas ciudades son Harmonia, São Paulo, Ibertioga y Carauari. Y son muy distintas desde diversos parámetros: regiones, territorios, poblaciones, índices de desarrollo humano, etc. También son diferentes en sus sistemas de gestión de los RSU. Pero cada una de ellas posee al menos un elemento innovador muy interesante. Por eso decidimos estudiarlas”, comenta Xocaira Paes.
Según el investigador, tanto Harmonia como Ibertioga exhiben porcentajes muy altos de reaprovechamiento de sus residuos: del 56 % y del 67 % respectivamente. Harmonia, en el estado del Rio Grande do Sul, lleva a cabo también el compostaje domiciliario y desvía casi la mitad de los residuos orgánicos de los sistemas de recolección y tratamiento de los RSU. Pero mientras que en Harmonia la gestión está cargo de la iniciativa privada, con una fuerte preponderancia de la educación ambiental y la participación social de la población en la separación de los RSU y en el compostaje domiciliario destinado a la producción de alimentos orgánicos, en Ibertioga –situada en el estado de Minas Gerais–, toda la operación es pública y se observó en ella una significativa capacidad de gobernanza local, aparte de un importante apoyo de la gobernación del estado a la implementación de las unidades de selección y compostaje en las ciudades de Minas Gerais. Y los resultados son muy positivos en ambos casos.
Cuando se las compara, São Paulo, la capital del estado homónimo, y Carauari, en el estado de Amazonas, constituyen dos mundos aparte. El Área Metropolitana de São Paulo (RMSP, en portugués) es la quinta más populosa del mundo, y la capital paulista concentra más de la mitad de su población. A escala de São Paulo, todo es grande: tanto los problemas como las soluciones. “Sin bien se ubica por encima de la media nacional, el porcentaje de aprovechamiento de residuos es aún bajo en São Paulo: solamente un 3 %. Por otra parte, la ciudad cuenta con importantes innovaciones: una fuerte e importante actuación de las cooperativas de recolectores de materiales reciclables, dos centrales mecanizadas para la separación del material reciclable, unidades de compostaje para el tratamiento de los residuos orgánicos y la cogeneración de energía basada en el metano generado en los rellenos sanitarios”, afirma Xocaira Paes.
Los RSU de la ciudad van a parar a tres rellenos sanitarios, dos privados y uno bajo concesión: Aterro Sanitário Caieiras, cuyo tamaño lo ubica en el tercer lugar en el mundo, que atiende al agrupamiento Noroeste de la capital paulista, Central de Tratamento de Resíduos Leste (CTL), que atiende al agrupamiento Sudeste, y el Centro de Disposición de Residuos (CDR) Pedreira, adonde llegan únicamente los residuos provenientes de los servicios de limpieza pública.
El relleno sanitario Caieiras cuenta con una central termoeléctrica propia impulsada con biogás, en la cual el metano (CH4) generado por la descomposición de los residuos orgánicos se emplea como combustible para la producción de energía eléctrica a través de generadores. En tanto, en CTL, una parte del biogás generado se quema para transformar el metano en dióxido de carbono y vapor de agua (ya que el CH4 es 21 veces más contaminante que el CO2), y otra parte se destina a una central termoeléctrica asociada para la generación de energía eléctrica. Cuando se concretaron el estudio y los trabajos de campo, en el año 2019, los dos rellenos que recibían los residuos domiciliarios contaban con capacidades instaladas de 8 y 29 megavatios (MW).
Otra innovación importante son los llamados ecopuntos, que actualmente suman 125 unidades de recolección distribuidas por la ciudad. La atención en ellos es gratuita y los residuos que se reciben comprenden material reciclable (papel, cartón, plástico, vidrios y metales); podas de plantas y árboles domiciliarios; escombros de la construcción civil, y objetos voluminosos tales como muebles viejos. “Otro dato positivo son los convenios con diversas asociaciones de recolectores, que trabajan en la recolección selectiva, la separación y el procesamiento parcial de residuos reutilizables o reciclables. En 2019, la ciudad de São Paulo contaba con 24 cooperativas, con aproximadamente 900 recolectores, y otros 1.400 recolectores autónomos registrados ante la Autoridad Municipal de Limpieza Urbana”, añade Xocaira Paes.
Aparte de las innovaciones que se mencionan en el estudio, han venido surgiendo en la ciudad iniciativas más recientes, aún de pequeño porte, pero con potencial de replicación. Tal es el caso de Realixo, una empresa abierta por jóvenes con formación universitaria comprometidos con las prácticas de preservación ambiental, la economía circular y la sostenibilidad. Mediante un pago mensual, la referida empresa recolecta semanalmente residuos orgánicos o reciclables en las residencias de los usuarios. Luego de una selección, destina los materiales a instituciones asociadas para su compostaje o su reciclado.
En el otro extremo del espectro urbano, Carauari es un municipio amazónico con tan solo 28 mil habitantes, de los cuales 21.500 viven en el área urbana y otros 6.500 en las áreas rurales y boscosas. La localidad se ubica a orillas del río Juruá, a dos horas en avión o cinco días en barco desde Manaos, la capital del estado de Amazonas. “Pero esa distancia engaña. En lugar de una población no asistida, lo que encontré allí fue una población sumamente organizada, empoderada y comprometida en el manejo comunitario de los recursos naturales y en iniciativas de bioeconomía, economía circular y sostenibilidad. Hay un fuerte protagonismo de las asociaciones y organizaciones locales en alianza con organizaciones no gubernamentales, con las universidades, con los gobiernos y con la iniciativa privada”, informa Xocaira Paes.
El estudio realizado en Carauari, publicado en el periódico Urban Sustainability, mostró información detallada sobre las actividades de las comunidades locales basadas fundamentalmente en la pesca y en el manejo del paiche o pirarucú, y en la extracción de semillas para la producción de aceites vegetales. Los residuos generados en una actividad, integrados a través de la economía circular, en lugar de generar impactos sobre el medio ambiente, se convierten en recursos destinados a la implementación de otra actividad.
Las cáscaras de las semillas empleadas en la producción de aceites vegetales se envían para su compostaje. Y se concreta un aprovechamiento casi integral del paiche: aparte de la carne del pescado, que es el objetivo principal de la pesca, las vísceras se convierten en alimento para las tortugas, las escamas suministran material para la confección de alhajas y la piel se utiliza en la fabricación de carteras, prendas y calzados.
“No existe una varita mágica para resolver el problema de los residuos. Pero encontramos en las cuatro ciudades buenas prácticas, que pueden sintetizarse en un proyecto abarcador que se sostiene sobre cuatro pilares: capacidad técnica y política local, educación ambiental y participación social de la población, colaboración entre los tres niveles de gobierno [federal, estadual y municipal], y asociaciones locales para la innovación”, resume Xocaira Paes.
Y el investigador añade: “De esos pilares deriva la propuesta de creación de un fondo nacional de créditos de carbono, que sería gestionado por el gobierno federal con la participación de los estados y los municipios. Ese fondo podría financiar las iniciativas de disminución de la generación de residuos [por medio del compostaje doméstico, por ejemplo], la transformación de residuos en recursos a través de la economía circular y el desarrollo y la implementación de tecnologías locales tales como el compostaje, el reciclado y el aprovechamiento del biometano de los rellenos sanitarios. Todo esto desde la óptica de la disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero y del estímulo a la economía circular y de bajo carbono. Es un modelo que no solamente podrá implantarse en Brasil, sino que también podrá inspirar soluciones similares en otros países en desarrollo, en Latinoamérica, África, Asia y los BRICS [un grupo de países de mercados emergentes, entre ellos el propio Brasil]”